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Rincón histórico

GRAVES SUCESOS
OCURRIDOS EN LA VILLA DE PORCUNA EN LA MAÑANA DEL VIERNES SANTO DE 1772
Por Antonio Recuerda Burgos (Cronista oficial de la ciudad)

La devoción a Nuestro Padre Jesús Nazareno ha suscitado siempre en nuestra localidad las más encendidas muestras de fervor, cualquier desviación en su culto fue tomada como grave ofensa, prueba de ello fueron los graves sucesos ocurridos en la mañana del Viernes Santo de 1772 y que tuvieron su continuación en los años siguientes de 1773 y 1774. Pero antes de llegar a ellos expongamos unas premisas para su mejor comprensión.

Desconocemos la fecha exacta de la fundación de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús y la entronización de la sagrada imagen en la ermita de San Sebastián, entonces extramuros de la villa. La fecha que Manuel Heredia Espinosa da como inicio de la cofradía no puede ser tomada como fiable, ya que la autorización real de Felipe II dada en Badajoz a 11 de julio de 1580 a favor de don Luis Pérez Hurtado y su esposa doña Lucía Gutiérrez de Padilla para fundar una ermita con el Nombre de Jesús se refiere a la fundación de la ermita del Niño Jesús, que estuvo situada en la actual calle de su nombre número 2 y Teniente Escobedo, 8. La fundación de la cofradía de Nuestro Padre Jesús, creemos, por los testimonios de otros lugares, que debió producirse a raíz de la venida de los franciscanos, que fueron los grandes propagadores de la devoción al Nazareno, a la villa de Porcuna en 1611-13, aunque la imagen existía con anterioridad, pues en la visita general de la Orden de Calatrava de 1611 se recoge la existencia en la ermita de San Sebastián de la imagen del "Cristo de los Nazarenos". Desde entonces tal devoción acendró poderosamente en la localidad, constituyendo el pilar más firme del cristianismo popular.

En esta época el honor mayor de la cofradía consistía en organizar y presidir la procesión llevando el pendón, generalmente esta función la realizaba el hermano mayor, de este hecho nos queda el testimonio actual en la Cofradía de Alharilla cuyas banderas han sido siempre portadas por el hermano mayor y los dos anteriores, o sus representantes directos. En algunas cofradías, las de más prestigio y calidad, tal función era encomendada por nombramiento de los Reyes de España a una persona que recibía el nombre de Alférez Mayor y a cambio se veía sometido a una serie de obligaciones. En Porcuna conocemos la existencia de alférez mayor en las cofradías de Santiago, de Nuestra Señora de la Soledad y Santo Entierro de Cristo y en la citada de Jesús Nazareno.

En Porcuna a 15 de febrero de 1648 don Miguel de Padura y Gallo, caballero hijodalgo, de noble y poderosa familia, otorgó escritura pública solicitando del rey Felipe IV la concesión del título de alférez mayor de la Cofradía de Jesús Nazareno con las obligaciones perpetuas que se contienen en el documento y que después expondremos. Con fecha de 22 de agosto de 1656, en Madrid, el rey don Felipe, previa aprobación del Capítulo de la Orden de Calatrava, otorgó el citado título a la familia Padura.

Como consecuencia de él, don Miguel de Padura y sus descendientes gozaban a perpetuidad del título de alférez mayor, con el privilegio de organizar y presidir la procesión, con poder sobre los hermanos mayores de las cofradías que figuraban en ella y de portar el pendón principal de Nuestro Padre Jesús con acompañamiento de otros miembros de la familia cogidos a las borlas, en cambio tenían la obligación anual de concurrir a la procesión del Viernes Santo con su escuadras de "soldados", y costear lo siguiente: 30 blandones de cera, (12 para el paso de Jesús Nazareno, 12 para el de la Virgen de la Amargura, 6 para el de San Juan y 6 para acompañar al pendón), 16 túnicas moradas con capillo de holandilla y cordones de esparto (15 para adorno del estandarte y una para el encargado de la trompeta), una trompeta, un estandarte de tafetán morado con borlas y cordones, 40 cruces de madera para ser portadas por los devotos y que después juntamente con la del calvario eran colocadas junto a la ermita de San Sebastián, por ello muchas personas mayores todavía siguen denominando a la zona de la Redonda y cercanas del Paseo como Las Cruces, y por último tenía que costear el denominado "Sermón del Paso y demostración de lo que Nuestro Señor Jesucristo padeció el Viernes Santo", que tenía lugar al llegar la procesión a la plaza de la parroquia. Este sermón creemos que debió consistir en una especie de representación, con intervención de las imágenes, según se desprende de los estatutos de la Cofradía del Carmen y Amargura, al estilo del que todavía se realiza en algunas localidades andaluzas, como por ejemplo Valenzuela. En Porcuna además de este Sermón y representación tenía lugar otro en la misma tarde del Viernes Santo en la plaza de San Benito llamado Paso del Descendimiento y Soledad de María Santísima, que perduró hasta los inicios del siglo XX. En cambio el que tenía lugar por la mañana parece que dejó de realizarse hacia 1824 (Actas de la cofradía de la Amargura).

Por el expediente en que nos basamos para este trabajo sabemos que la procesión de Nuestro Padre Jesús tenía lugar a las 7 de la mañana, con gran concurrencia de vecinos y la asistencia de numerosos forasteros que venían expresamente para tal acto, partía de la ermita de San Sebastián, abriendo la comitiva la cofradía de Nuestro Padre Jesús con su pendón e imagen, seguíanle las demás cofradías y cerraba la comitiva la cofradía e imagen de la Virgen de la Amargura. Este orden fue guardado hasta la última procesión celebrada en el año 1935, como puede apreciarse por la fotografía que se publica, en ella se aprecia en primer lugar la imagen de Nuestro Padre Jesús, seguida del Señor de la Humildad, San Juan, la Magdalena y la Verónica, después marchaba la Virgen de la Amargura. Al llegar a la plaza se celebraba el Sermón del Paso y después seguía su recorrido haciendo estación de penitencia en la parroquia e iglesia de las dominicas, con la diferencia actual de que al llegar por segunda vez a la plaza proseguía su recorrido entrando por la puerta de los Remedios y calle de la Villa para pasar por el convento de San Francisco y llegar nuevamente a la Carrera por la Torre Nueva y puerta de Martos.

En el año 1698 la heredera de la rama principal de los Padura, doña Marina Jacinta Joanna de Padura Moreno y Gallo, huérfana de padres, poseedora del gran mayorazgo constituido por más de 2.500 fanegas de tierra y olivares, casas, molinos, graneros y otros bienes, como de todos los demás privilegios y obligaciones de la familia, en los términos y localidades de Porcuna y Lopera, contrae matrimonio con don Francisco Antonio de Ceballos, oidor de la Real Chancillería de Granada, caballero de la Orden de Santiago y después miembro del Real Consejo de las Órdenes, con casa solariega en el valle de Buelna en Santander y deja de residir en Porcuna. Desde este momento sus bienes son dirigidos por un administrador, mientras que de la representación se encargan los miembros de su familia, tío y primos, entre estos derechos estaban el de ejercer de alférez mayor en la procesión de Viernes Santo y el de portar al cuello la llave del tabernáculo donde se ponía el Santísimo en el Monumento del Jueves y Viernes Santo en la iglesia del convento de San Juan de Dios, por ser la citada familia patrones del citado convento, al que contribuyen anualmente con más de mil reales.

En este estado se encontraba la situación cuando el día 17 de abril de 1772, Viernes Santo, a la hora de salir la procesión de la ermita de San Sebastián, 7 de la mañana, no comparece el alférez mayor, ni su representante, ni las escuadras de soldados, sin que existiese ninguna persona autorizada para comandar y dar la orden de partida de la procesión. Ante tal hecho se levanta acta de que no han concurrido las escuadras ni insignias sin que se sepa la causa y el mayordomo y notables de las cofradías se personan a las siete y media en casa del prior, frey don José de Solís, a ponerlo en su conocimiento. En unión del prior acuden a casa del administrador de la familia Ceballos Padura, don Clemente José Gutiérrez de Palacio que explica que al atardecer del día anterior concurrieron a su domicilio los hermanos don Diego y don Antonio Padura quienes hasta ahora habían acompañado a su difunto padre, don Antonio, con el estandarte, alegando que no tienen autorización expresa y que el citado administrador disponga. El propio administrador alega ante el prior y cofrades que él no tiene poder ni atribuciones para organizar la procesión. Ante esto el pueblo, que esperaba ansioso y escandalizado la salida de la procesión y asistir al sermón, comienza a amotinarse y a producir tumulto y algarada, dirigiéndose a las casas del administrador, actual Moral nº 12 y colindantes, y a la de los Padura, actual Teniente Escobedo, 6 y 8, increpando a sus moradores y lanzando piedras contra ellas.

Ante el cariz que van tomando los acontecimientos el prior ordena que concurran todos los mayordomos de las cofradías para sacar la procesión y a las nueve menos cuarto da la orden de salir llevando él, personalmente, el estandarte con dos sacerdotes cogidos a las borlas con lo que a las nueve de la mañana, dos horas después de lo previsto, puede ponerse en marcha la procesión. Según la declaración del propio prior al llegar a la plaza pública se celebró el sermón denominado del Paso en memoria de la Pasión y Muerte de Nuestro Redentor y después prosiguió la procesión por las calles hasta el santuario con la mayor devoción. Sin embargo los ánimos no se calmaron y a lo largo del día se produjeron nuevos tumultos, algaradas y concentraciones ante las casas de Palacio y Padura.

Con este motivo se produjo un enfrentamiento entre la Cofradía y la familia Ceballos Padura, pretendiendo la cofradía la anulación real del título de alférez mayor y que en lo sucesivo la organización de la procesión y el portar el estandarte correspondiera al mayordomo anual. La cofradía dio poder, con fecha 3 de mayo de 1772, al procurador don Antonio de Ramos para que inicie el pleito, por medio de un documento en el que se observa como los firmantes por parte de la cofradía son las personas de mayor poder del pueblo, casi todos ellos hijodalgos, figuran como firmantes don Manuel de la Torre, mayordomo, don Pedro Leandro Montilla y Talaverano, regidor, don Juan Manuel González de Armijo del Pozo, Don Manuel Gil González de Uclés, don Antonio de Aguilera y Armijo, comisarios; don Blas Serrano, don Manuel de Corpas Montilla, don Alonso José de Cuenca, don Francisco Gallo Aguilera, don Francisco Barón del Campo y del Arco, don Pedro Ruiz de Ojeda, don Juan Manuel Aguilera Serrano Montilla y Salas, don Manuel Villa y don Andrés de Quesada, cofrades.

Por los autos conocemos que al año siguiente de 1773 el pendón fue portado por un yerno de don Francisco Javier de Ceballos, llamado don Miguel de Montilla y Padilla, hijodalgo, caballero de la Orden de Calatrava, alférez mayor del concejo de la villa de Lopera y residente en ella, que se desplazó a Porcuna para tal acto, sin que los cofrades de Nuestro Padre Jesús se dieran por satisfechos ya que promovieron gran ruido y alboroto al paso del pendón y su portador, dirigiéndole insultos y recriminaciones.

Al año siguiente la situación se ha complicado aún más, ya que el prior de San Juan de Dios, padre José Rando, comunica con anterioridad a la Semana Santa que no entregará la llave del Monumento al representante de la familia Ceballos Padura afirmando públicamente que no la entregará "aunque me cueste el pescuezo" pues "el año anterior había habido mucho ruido promovido por los hermanos de Jesús y más había de haber éste". Conocidas estas afirmaciones por la parte contraria, recurren ante el vicario de Martos que dicta un auto para que el citado prior cumpla con la entrega bajo pena de excomunión, la respuesta del prior fue que el vicario no tenía poder sobre él para excomulgarle y que se ratificaba en lo dicho. Por otra parte una delegación de la cofradía acudió a Lopera para, en evitación de males mayores, pedir la asistencia de don Miguel de Montilla a la procesión, haciéndole constar que en Porcuna no se hospedase en casa de don Clemente ni en la de los Padura ya que si lo hace no saldrá la procesión pues "todos están rabiando contra ellos", ofreciendo el mayordomo de la cofradía su propia casa. En fechas cercanas al Viernes Santo don Miguel de Montilla excusa su asistencia nombrando para representarle a su primo don Diego de Padura, lo cual no es aceptado por la cofradía que indica que el pendón sólo pueden portarlo don Francisco Javier de Ceballos Padura, don Miguel de Montilla o sus familiares directos. Llegado el momento de la procesión sin que compareciera don Miguel de Montilla, se niega el pendón a don Diego de Padura y es el mayordomo de la cofradía don Antonio de Aguilera y Armijo el que saca el pendón, discurriendo la procesión con toda normalidad.

La familia Ceballos interviene en el pleito solicitando del Rey y del Consejo de las Órdenes se proceda contra los miembros de la cofradía y se imponga la multa de 50 ducados al que porte el pendón, así mismo que las limosnas que recogen los hermanos le sean entregadas para los costos de la procesión.

Una provisión real del rey don Carlos III de 22 de agosto de 1774 ordena el envío de todos los autos y averiguaciones realizados hasta la fecha al Consejo de Órdenes para seguir allí el proceso. Por todos estos autos, averiguaciones e interrogatorios podemos conocer ciertos pormenores de como se desarrollaba la procesión, y las actividades que se realizaban, algunos ya han quedado expresados con anterioridad. Del interrogatorio a don Clemente José Gutiérrez de Palacio se desprende que en la mañana del Viernes Santo salían los hermanos con túnica acompañados por un ángel (ignoramos si la palabra ángel se refiere a un niño de corta edad o una persona vestida de ángel) a pedir limosnas para el culto de Nuestro Padre Jesús, cuyo valor era entregado al mayordomo, que el pendón, las túnicas, cruces, y demás efectos los custodiaban los Padura y que el gasto de la procesión y sermón sufragados por los Ceballos estaba en torno a los 1.000 reales anuales (en pesetas actuales mucho más de un millón).

De la inspección de todos los efectos se constató que las túnicas estaban rotas, sucias y descoloridas, que de las cuarenta cruces solamente quedaban 8 grandes y 14 medianas y que el pendón no estaba en condiciones.

Por todo lo expresado con anterioridad la Cofradía solicita del Rey y del Consejo de las Órdenes que se revoque el nombramiento de alférez mayor de la familia Ceballos, que no se admita lo solicitado por estos en cuanto a la multa de los 50 ducados y alegan que la cofradía y hermanos no pueden recibir órdenes de Ceballos ni tienen obligación de pedir limosnas con las dos bacinillas, que cuando lo hacen las entregan a la cofradía y no a Ceballos como el tal pretende y por último ante la Semana Santa de 1775 piden que siendo mayordomo don Francisco Barón del Campo (era el contador mayor de la Mesa Maestral de Calatrava) que a sus expensas tiene hechas las túnicas, cruces, y demás efectos, sea él el que saque el pendón y no el enviado y piden que se libre poder al alcalde mayor para que no haya problemas con el designado por Ceballos y la procesión pueda realizarse con normalidad.

Desgraciadamente desconocemos el fallo real a esta controversia, el legajo 48.120 del Archivo Histórico Nacional, sección Archivo Histórico de Toledo, con más de 150 folios, contiene solamente lo actuado en el pleito y al igual que sucede en los más de 250 expedientes relativos a Porcuna que se conservan en esta sección, no está inserta la sentencia, aunque no dudamos que algún día pueda localizarse en otra sección y nos permita conocer algunos pormenores más de como se desarrollaba la vida de la cofradía y devoción a Nuestro Padre Jesús Nazareno.

 

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Actualizada el lunes, 14 de agosto de 2006