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261

En este día en el que la sociedad reivindica los derechos de la mujer y denuncia las situaciones de desigualdad, he escrito un relato que se titula 261, que habla de los CIE de mujeres, que son Centros de Internamiento de Extranjeros, y comienza con una cita del escritor cántabro Rafael Barret, con la que quiero despertar vuestra empatía hacia la persona que he pretendido os hable a través de mis palabras. Esta es la cita:

Mientras el dolor no os abrase las entrañas, mientras un día de hambre y abandono
-siquiera un día- no os haya devuelto a la vasta humanidad, no la comprenderéis.”
Rafael Barret

Y este es el relato dedicado a mi hija, que aunque en circunstancias muy diferentes, también es emigrante:

Yo soy alguien a quien algunos consideran una invasora, alguien a quien no desean ver en sus calles, alguien que consideran que debe estar dispuesta a soportar cualquier situación en la vida por muy indignante que sea, permaneciendo en el entorno en el que se produce, sin intentar huir de ella. Soy alguien a quien algunos no quieren formando parte del paisaje de su ciudad, pues no quieren cerca lo que yo soy.

Soy mujer, soy negra, soy pobre y, aunque ningún ser humano debería serlo, yo soy ilegal.

Y una vez frente a ti, haciéndome presente en tu conciencia, pensarás que debería decirte mi nombre; pero verás, he perdido mi nombre, hace cinco meses que nadie me nombra, por más que yo deseo que alguien me llame con dulzura, para volver la cara y regalarle una gran sonrisa.

Desde hace cinco meses soy el número 261 en esta reclusión sin delito que tú creías perteneciente a sinrazones pasadas, pero que al saber que son mi presente, han abierto de bruces tus sentimientos, lo que me ha permitido entrar de golpe en ti, que me piensas y que intentas comprender lo incomprensible de mi situación. Estabas tan triste el día que tu nido se quedo vacío que al verme pensaste en otros hijos, en otras situaciones, en otras lágrimas y entonces me encontraste en este horror de cárcel al que llaman CIE entre a otras muchas personas, encerradas sin mas delito que haber intentado cambiar nuestra miserable existencia y que lo seguiremos intentando exponiendo nuestras vidas una y otra vez, hasta forzar las rejas de las cárceles sin paredes en las que se desarrolla nuestra supervivencia.

Por eso, tú que tienes hijos fuera de tu país, un país tradicionalmente emigrante, estás sobrecogida y ya no cierras los ojos que antes resbalaban sobre mí sin captarme. ¡Por fin me miras! y ya no estás sorda a mi voz; es más, hoy ilusamente pretendes ser mi voz.

Desde que estoy aquí, en el CIE, nadie me ha preguntado por mis circunstancias personales, si lo hubieran hecho quizás comprenderían mi situación, si yo les contara de qué vengo huyendo, qué me impulsó al camino y qué busco aquí, pero al contrario me veo desprotegida de cualquier derecho humano. Y ahora tú golpeas en mi memoria y a mi mente vuelven los gritos de angustia surgiendo del caos de las tinieblas en las que he pretendido olvidarlos para intentar refugiarme en la luz. A mi mente vuelve el húmedo e inestable suelo de la patera hundiéndose bajo mis pies, el cansancio, la sed y el hambre, el frío..., pero también la sensación del alma en vuelo, en tan alegre búsqueda de libertad, que ni atendía al mustio y fatigado cuerpo rodeado de más gente que como yo huían de la muerte, por caminos que llevan a la muerte, siguiendo con pasos vacilantes huellas tan pisadas que se han hecho profundas en el camino.

Llegué desde Somalia con 14 años, llevo viviendo en España 6. Ingresé en esta cárcel de horror con 20 años, los mismos que calculo tendrá la mujer de ojos grandes que a veces se sienta frente a mi en el patio y que huyó para evitar la ablación del clítoris de cualquiera de los 29 países de Asia o África en los que se practica a las niñas de 12 a 14 años. Trabajé en el servicio doméstico llevando una vida, en apariencia, similar a la vuestra; pero conmigo se encuentran mujeres víctimas de trata de seres humanos con fines de explotación sexual que se hayan en situaciones extremas, mujeres violadas, ultrajadas, vendidas..., o quizá entré en tu conciencia a través de otra mujer de nombre perdido, también subsahariana, que salió de su país huyendo de un matrimonio forzado con el hermano de su padre, que la amenazó de muerte tras su negativa.

Pude tocar tu fibra sensible a través de miles de rostros, de miles de historias, de miles de vivencias traumáticas. Yo, pese a mi poca edad, ya he tenido ocasiones de reencontrarme mil veces y perderme mil veces más, según las circunstancias que me tocara vivir. Pero ilusa de mí, durante un tiempo sentí que había encontrado por fin mi lugar, la luz deseada en la ilusión del camino, un leve sustituto de mi tierra prometida, que durante un tiempo efímero y tras salir del largo laberinto, me hicieron ver que aún vivo. Aunque el miedo siempre ha estado ahí, agarrado a mis hombros y subido sobre mi espalda, cambiando de rostro según las circunstancias y susurrándome al oído continuamente sin que yo responda, pues he aprendido a callar hasta palabras útiles. El miedo a esta situación, es decir, el miedo al CIE, entraba en mi cerebro y hacía que me escondiera por las calles menos transitadas a la vuelta del trabajo, huyendo como una delincuente de la policía, cuando mi único delito es la falta de un papel que a ti, por ser blanca, seguro que nunca van a pedirte. A mí sí me lo pidieron, me detuvieron y, desde entonces, aquí me encuentro, habiendo dejado de ser persona y convertida en número.

El miedo ahora me murmura continuamente al oído para que no olvide que en cualquier momento vendrán por mí para deportarme; el miedo siempre me mantiene despierta por si esto ocurre de madrugada, como suele suceder. Lo que no va a impedir el miedo es que yo siga intentando salir del ayer, buscando un mañana con una vida digna, aunque sé que en este lugar y en este punto, he de renunciar a todo lo que no sea este momento a la espera de una posible marcha atrás, de un posible retorno al punto de partida alejada de la meta, si bien, estoy dispuesta a correr esta maratón hacia la libertad infinidad de veces, pues nada ni nadie quebrará mi voluntad de ser libre.
 

Autora: Lucía Rojas Casado.

(Primer premio del CERTAMEN LITERARIO "8 DE MARZO", DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER 2015, 
organizado por la Asociación de Mujeres Progresistas "Despertar Femenino" de Porcuna).

 

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Actualizada el miércoles, 11 de marzo de 2015