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BOABDIL: EL REY CAUTIVO EN PORCUNA

El rey Boabdil, último monarca musulmán en España, estuvo encarcelado durante meses en la Torre de Porcuna - que lleva su nombre- tras caer prisionero en la Batalla de Lucena. Recobró su libertad tras plegarse a las exigencias de los Reyes Católicos en una entrevista que tuvo lugar en Córdoba. Durante su encarcelamiento pudo reflexionar sobre su pasado, presente y futuro...

La batalla de Lucena (año 1483):

Todo parecía muy fácil. La algarada que dirigíamos contra Lucena iba a ser como un paseo militar. Nos decían que la población estaba escasamente defendida por un pequeño escuadrón de soldados castellanos. Y yo necesitaba una victoria rápida para mostrarme como un caudillo victorioso ante los ojos de mis súbditos granadinos, y como un monarca sólidamente aferrado a su trono, para así ahuyentar a mis rivales: los partidarios de mi hermanastro -el hijo de la concubina cristiana de mi padre- que conspiran en Granada para favorecer su pretendido y falso derecho al trono, los partidarios de mi tío El Zagal y los de mi padre, que aún tiene.

Fue mi suegro Aliatar -¡ Al que Alah tenga en su seno !- quién con más intensidad aconsejó esta incursión a la frontera. ¡Qué caro ha pagado su consejo!  El ha muerto y yo hecho prisionero por los cristianos.

Salimos un día al amanecer desde la fortaleza de la Alhambra con nuestras tropas , siendo la torre de la Vela mudo testigo de nuestra más que probable hazaña. Al atravesar la ciudad, aun se oía la voz del muhecín llamando desde los minaretes de las mezquitas a los fieles en la primera oración del día. El viaje hasta Loja fue un tranquilo paseo, contemplando las excelencias de La Vega con el manto blanco de Sierra Nevada alzándose a nuestras espaldas.

En Loja, Aliatar "Guardián de Loja", Lugarteniente de la Alhambra, tenía la intención de recoger a sus mejores hombres, soldados de la frontera bregados en continuas algaradas contra los castellanos por las serranías. Pero el Infortunio quiso que la mayor parte de esta tropa sufriera unas espantosas fiebres que los postraban debilitados y sin fuerzas para blandir las lanzas . Dado que mi situación apremiaba, tomamos la resolución de seguir hacia delante, pues no podía volver a Granada con las manos vacías. Aliatar seguía confiando en que dada la escasa defensa de Lucena, podríamos arrebatar la plaza con un artero golpe. Así pues, nos dirigimos hacia Lucena atravesando trochas y desfiladeros procurando no ser descubiertos. 

Por fin, al amanecer del cuarto día de camino, la fortaleza de Lucena apareció ante nosotros. Casi sin pensarlo, mi suegro Aliatar formó el ala izquierda con un escuadrón de infantería y algunos jinetes, quedando yo con similares fuerzas formando el ala derecha. Nuestro plan era sencillo: atenazar por dos puntos la fortaleza. El, Aliatar, se dirigió como un león rugiendo al grito de ¡Alah es grande¡ hacia un pequeño pontón de madera sobre el río que rodea la fortaleza, cruzándolo como el rayo cruza la noche oscura . Al mismo tiempo, yo con el resto de las huestes, me dirigí hacia un vado del río situado aguas abajo con el propósito de cruzarlo y atacar la fortaleza desde otro ángulo. Y comenzó el desastre: los cristianos, sorpresivamente, o quizás informados por alguno de los muchos traidores que en estos días pueblan Granada, habían reforzado enormemente sus defensas. En las almenas habían instalado esos modernos ingenios del Diablo capaces de lanzar , con el bramido de un dragón, a cientos de pasos toda clase de piedras y metralla (obviamente se refería a la Artillería que estaba siendo introducida por los Castellanos en sus contiendas). Un ciclón de fuego e hierro cayó sobre Aliatar y los suyos. Los hombres saltaban despedazados en macabras piruetas, los caballos quebrantados y desquiciados por el dolor , corrían en todas direcciones dejando en el suelo malheridos a sus jinetes.

Tampoco a mí me fue mejor: al intentar cruzar con mis tropas por el pretendido vado, descubrimos con horror que el río venía sobradamente crecido para esa época del año. Muchos hombres, cargados con las mallas de hierro, fueron engullidos por las aguas o arrastrados sin remisión por la corriente. Los jinetes que capitaneábamos el ataque, a duras penas conseguíamos mantenernos en equilibrio sobre nuestras monturas que chapoteaban histéricas en el agua. Pero aún nuestro Infortunio no había llegado al fondo. Por si nuestra situación no fuera ya desesperada, justo en este punto de la batalla, llegaron los refuerzos que los de Lucena habían solicitado con urgencia, sin duda advertidos de nuestra presencia próxima. Por los estandartes vimos que acudían gentes de Cabra, del Señor de Baena, de Aguilar, de Montilla, de Córdoba,.....todos conjurados contra nosotros. Sus ballesteros lanzaron a placer los rejones contra mis infortunados soldados semihundidos en el río, mientras que sus jinetes alanceaban a los escasos desdichados que conseguían llegar a la orilla, entre los que yo me encontraba. Supongo que salvé la vida, porque el jinete que se me acercaba, cual Ángel Exterminador, dispuesto a descargar su mortífero golpe con la espada, quedó deslumbrado por la riqueza de mis ropajes y el áureo brillo de mi coraza, pensando que aquel indefenso y aturdido moro (como los cristianos nos llaman ) pudiera ser alguien notable por quien pedir un buen rescate en oro ( practica habitual en estas guerras). Como un trueno gritó: ¡ Por vuestra vida ! ¡ Decid quién sois !. Afortunadamente conozco, entre otras , la lengua de los castellanos que aprendí conversando con algunos sirvientes mozárabes y leyendo a sus poetas. Creí en ese momento, que la única forma de salvar mi vida era identificándome, tembloroso balbucí: ¡ Soy Boabdil, Rey de Granada !. 

Apretando contra mi garganta la punta de su espada, me condujo en presencia de su comandante, que aún estaba entretenido en dar las últimas ordenes para aniquilar a los míos. El soldado, sin ceder la presión con la espada, le comunicó a su capitán la hazaña: ¡ Así que decís ser el Rey de Granada!, dijo con una voz melodiosa, extraña en un soldado: ¡ Conducidlo al castillo !.

 

La Torre de Porcuna:

Tras de mí, la puerta se cerró como un trueno. En ese momento, quedé sólo ante mi desolación. La estancia de forma octogonal, mediría apenas diez brazas a cada lado. Una ventana, con forma de tronera, donaba una tímida luz a la estancia a través de sus cristales. Una mesa rectangular dominaba el espacio. Sobre ella un candelabro de hierro con su vela, de respetables proporciones, sería mi Luna en las próximas noches. Junto a la mesa, una sencilla silla, daría a mis huesos consuelo cuando el cansancio me venciese. En la pared opuesta a la venta, una litera con un escueto jergón acogería mi cuerpo durante el sueño. En los pies de esta cama- por llamarla de alguna manera- un orinal y una palangana serían mis instrumentos de aseo ; extraño concepto tienen los cristianos del aseo corporal. Para ellos, el cuerpo es fuente y causa de todos los pecados, por ello en lugar de mimarlo, lo martirizan - entre otros métodos- con el abandono y la suciedad. ¡ Qué lejos han de quedar los baños de la Alhambra, con su cálida y humeante agua en los días de invierno y la frescura del Darro en el bochornoso verano! Tras el baño mis sirvientes, aceitaban y perfumaban mi cuerpo con esencias de Persia, azahar de la Vega,....Todo eso, como un espejismo ha quedado atrás . De otra pared, surgía como una pústula, una aldaba de la que pendían amenazantes unos grilletes. Acaso piensan los castellanos que he de escapar, ¡Adonde iría!. Granada queda tan lejos..... y aún dudo que antes de llegar a la Alhambra mis rivales de Granada preferirían verme muerto o de nuevo cautivo entre los cristianos.

La comida, aunque abundante para mí - nunca fui un glotón- es algo simple. Su dieta está hecha prácticamente a base de gachas de trigo (omnipresentes todos los días en todas las comidas) y carne asada, que los cristianos devoran como leones. ¡ Cuanto hecho de menos los aromas de las cocinas de la Alhambra !. Una cocinera siria nos deleitaba con las exquisiteces de los fogones de Damasco: albóndigas de carne picada, berenjenas fritas en miel, ... y otra cocinera berebere hacía lo propio con los recios platos magrebíes: cordero asado con cus-cus, pichones de paloma rellenos de almendras,... ; y el té, el omnipresente té. En nuestra cultura, todos nuestros actos sociales se fraguan entorno al té: los negocios, la política, las tertulias religiosas, la bienvenida a amigos y parientes, ...Para nosotros el té es motivo de reunión, en su preparación y disfrute, hacemos acto de comunión.. Dicen que los cristianos hacen algo parecido con el vino. Por cierto, de tarde en tarde, me dan a probar un poco de un vino recio (aunque nuestra religión - el Islam- lo prohíbe), que se cultiva en éste y otro pueblo cercano, que llaman Lopera. 

 

Los monjes-soldados de Calatrava:

Según me han informado la fortaleza de Porcuna (Bulcuna) está encomendada a la Orden de Calatrava, una de esas ordenes con las que los cristianos asolan a los musulmanes. Estos monjes-soldados de la Orden de Calatrava, son gente especial. Se pasan el día bien rezando, bien entrenándose en las artes de la guerra. En su fanatismo no dudarían un instante en descuartizarme, a mi, a un infiel. Para ellos cualquier persona que no abrace la Cruz, no merece vivir. Acuden a la guerra no movidos por el botín, la grandeza, el poder, las cuestiones sucesorias, como lo hacemos el resto de los mortales; sino movidos por la Fe y El Fanatismo, lo que les hace especialmente peligrosos. En esto también somos diferentes; en el reino de Granada viven juntos musulmanes, judíos y cristianos. El Islam es la religión oficial del Reino, pero las otras confesiones tienen libertad de culto. Yo mismo, tengo entre mis servidores y consejeros a judíos y cristianos. Incluso, algunas de nuestras reinas y princesas han sido cristianas.

Sin embargo, he de reconocer que también el Islam ha traído a esta tierra fanáticos, como los almorávides y almohades, portando con ellos La Guerra Santa (Yihad) al cruzar el Estrecho. Pero a poco esta bendita tierra de Al-Andalus, por donde todos los invasores pasaron pero sucumbiendo a sus encantos, los transformó de rudos guerreros del desierto en sibaritas terratenientes de la Bética, como antaño a cartagineses, romanos, visigodos, árabes. Otras veces ya ocurrió que, para no caer bajo el yugo de los cristianos del Norte, tuvimos que recurrir al auxilio de nuestros "hermanos en la fe" del África ¡ difícil elección¡. Sino que le pregunten al Rey Al-Mutamid de Sevilla, que acabó sus días encerrado por los almohades - a los que había acudido pidiendo ayuda- en un castillo del desierto cercano a Marrakech.

¿Será así mi final? ¿ Pereceré en esta torre de Porcuna llorando por Granada?. Con un nudo en la garganta, comienzo a sollozar como un niño desconsolado....

 

El paisaje desde mi prisión:

Sólo la contemplación del paisaje me ayuda a evadirme de la tortura de mis recuerdos y pensamientos. Por la tronera diviso un mar de olivos verde oscuro, que invade todo el horizonte formado por un sinfín de suaves colinas redondas . Con frecuencia el verde es interrumpido por innumerables islas de cereal, que en Julio brillarán como el oro bajo el sol del Sur. He leído en mis libros de Historia de la biblioteca de la Alhambra, que en este valle del Guadalquivir, los romanos establecieron sus colonias, introduciendo el cultivo del olivo, que aprendieron de sus maestros griegos. Tras ellos los visigodos, más proclives a la ganadería como casi todos los nórdicos, mantuvieron los cultivos a duras penas. Pero fueron los árabes, los que convirtieron el valle en un vergel sólo comparable con el Edén. Mis antecesores árabes amaban la tierra fértil y el agua sobre todo, posiblemente por que nunca les sobró. Para aquellos rudos habitantes de los desiertos de Siria y Arabia, que entraron en al-Andalus con Tarik y Musa ( caudillos de la invasión árabe), la contemplación de la feracidad del valle del Guad-al-quivir, tuvo que ser la confirmación de que Alah los había premiado con el paraíso en la tierra por su participación en la Guerra Santa (Yihad). 

 

Los Nazaríes de Arjona

Uno de mis carceleros me ha comentado ,que los días claros, podré ver desde mi celda a través de la tronera dirigida hacia el Norte, el cercano pueblo de Arjona. Arjona...., el origen de mi familia. Fue allí donde nació el fundador de la dinastía nazarí , el grandioso Alhamar ¡ Que Alá lo tenga en su seno !. ¡ Qué lejos los días de gloria, en los que rey Alhamar engrandeció Granada !. Fue durante su reinado cuando se cimentó la expansión del reino, llegando nuestro territorio desde Gibraltar hasta Almería y desde Motril a Jaén, manteniendo a raya a los cristianos. Comenzó las obras de la Alhambra, que años después habría de deslumbrar al mundo. Fue además un gobernante justo y bondadoso, pues durante su reinado no faltó el pan en Granada.

Por ironía del destino, mi presidio está cerca de donde mi dinastía surgió vigorosa. ¿Acaso seré yo quien escriba la última página del esplendor de mi familia?. Mi reino vive acosado por los cristianos desde el Norte, y por los marinees ( otra dinastía norteafricana ) desde el África. En Granada escasea el sustento, el precio de los alimentos se dobla cada día en las alhóndigas de Granada (mercado de abastos) , por las calles señorean el descontento y la revuelta, y en la Alhambra la traición y la intriga hacen lo propio.

¡ Sólo Alah es victorioso !: esta fue la respuesta que dio Alhamar cuando victorioso fue aclamado por la multitud en las calles de Granada al regreso de una de sus batallas. Y quedó como lema de nuestra dinastía , apareciendo en estandartes y repitiéndose hasta el hastío en los adornos de los muros de la Alhambra. Parece que ahora Alah ha retirado su favor a los nazaríes, pues el último descendiente de Alhamar, yace ahora débil y desolado en este calabozo, muy cerca de donde la semilla de los nazaríes brotó prodigiosa y fértil.

 

Una decisión:

En mi cabeza, se debaten las ideas en permanente trifulca. Debo decidir, y no equivocarme, lo mejor, no para mí, sino para mi reino y sus gentes. Seguir resistiendo ante el empuje de los cristianos, es ir sin remisión hasta la tumba. Ellos nos cuadriplican en población y extensión. La tierra fértil es escasa, pues la mayoría del reino se asienta sobre enormes montañas, que eso si nos sirven de murallas ante el avance cristiano. Tenemos que importar alimentos sin remedio: unas veces de la propia Castilla, otras de Egipto, otras del Magreb; y siempre a precios desorbitados. La política no puede estar más dividida; nazaríes rivales se disputan el trono sin piedad: yo sustituí en vida a mi padre, que fue depuesto. Mi padre trama por conseguir de nuevo el trono. El pueblo clama a gritos a mi tío El Zagal, que para ellos es la reencarnación de Saladino ( héroe árabe), que desde su refugio en la costa espera su oportunidad.

Así pues, mando aviso con uno de mis guardianes para que El Maestre de Calatrava venga con los pliegos de las condiciones que en Córdoba me impusieron los Reyes,...

 

Autor: Juan Manuel Montilla Salas.

6-Junio-2001

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Actualizada el lunes, 14 de agosto de 2006