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EL REFLEJO DE DOS ACTITUDES

Quien dijo que a veces, los objetos más simples, los que menos esperamos, ocultan las mayores historias y guardan los mayores secretos, ahora se cuentan por sí solas, pero yo no fui testigo de ellas, sin embargo, un mero espejo, reflejaba lo que no todo el mundo lograba ver, aquellas historias desgarradoras que se ocultaban tras una pared, estaban escritas a puño en aquel vidrio cortado. Era antiguo, pero no limpio, sino manchado de sangre en una habitación ya abandonada, en el que el polvo cubría y ocultaba todas las manchas recogidas en el tiempo.

Mara se levantaba de la cama con el afán de todas las mañanas, de comerse el mundo, de ser la mejor, y así lo conseguía día tras día. Era una chica como todas, como todas aquellas que han luchado con tormentas, con luces, y con sombras, su vida no había sido para nada un camino dulce y fácil, sus pasos habían sido largos, desde que escapó de su tierra. Dicen que el lugar donde naces te condiciona y puede marcar tu destino, pero ella demostró que no siempre era así, huyó de la guerra, del dolor, de las lágrimas, y por el mar brincó, hasta que años después, pudo ser reconocida como una ciudadana más en un nuevo país.

La desgracia seguía de la mano de Mara, cuando su vida estaba en el momento más álgido, le conoció, era un chico encantador, no el más apuesto, pero sí el más cariñoso y simpático que podríais creer. No obstante, el tiempo logró desenmascarar el demonio que llevaba dentro.

En casa de Mara no reinaba del todo la paz, y ella trataba de ocultar las marcas de sus brazos, las marcas que la bestia le había dejado, “una caída accidental por las escaleras”, si alguien le preguntaba. Siempre siendo sumisa, tratando de restarle importancia a su dolor, a sus marcas, a sus voces. No podía dejar el pasado atrás, no veía forma de salir, siempre arrastrando el demonio en su casa, y llevando su sombra en la calle.

Hasta que cierto día se dio cuenta que era difícil subsistir con aquel martirio, “sácalo fuera”, decía su cabeza. No había soportado y luchado tanto en su vida para que ahora se volviese a oscurecer de nuevo, así que se llenó de fuerza, y lo hizo, le dio un puñetazo al espejo con toda su alma, rompiéndolo en mil pedazos, mil pedazos que cayeron al suelo, a la vez que su miedo y su silencio. 

Lina, por su parte, había sido una chica luchadora durante toda su vida, dejó la escuela pronto para dedicarse a su deporte favorito, aquel que era su pasión, aquel que ella amaba. Todas las mañanas se miraba en el espejo, sus músculos eran tersos, y su condición física era admirable, nada que  envidiara las mejores atletas que podríais imaginaros, era fuerte y rígida.

Los medios de comunicación anunciaban lo evidente, Lina había quedado en primer lugar, y así una vez tras otra, cada reconocimiento se quedaba corto en comparación con el esfuerzo y trabajo que ella estaba realizado, pero, poco a poco, ese afán de superación fue disminuyendo. Muchas veces no nos damos cuenta que el mayor daño se hace con las palabras, y así fue para ella

Hacía apenas dos semanas que Lina había encontrado un nuevo entrenador, y todo era genial, hasta que dejó de serlo.

Miraba al suelo con los ojos perdidos, su cabeza estaba allí, pero a la vez su mente le llevaba a otra parte, mientras alzaba su barbilla mirando al cielo, iba cerrando los párpados, con cara de resignación y dolor se decía: “se fuerte, no es para tanto, tú puedes aguantar”. Y un disparo la hacía correr, correr lo más rápido que sabía, sus piernas se movían a la velocidad de la luz, ¿pero era suficiente? Un pensamiento se cruzaba en su mente justo antes de llegar a la meta, y su pierna se paralizaba como si de un calambre se tratase, no obstante, aguantando el dolor que tenía, corrió lo más rápido posible, pero las palabras se le clavaban duramente en su camino: “eres una inútil” ,“un niño correría mucho más”, “debes dedicarle más tiempo”. Lo que de una carrera de atletismo normal se podría tratar se había convertido en una carrera de complicados obstáculos y enormes vallas, que ella no podía aguantar, no podía superar.

A la noche siguiente, se volvía a mirar al espejo, pero en su rostro no se  mostraba lo que era, oía las palabras de su entrenador; “inútil”, “ya te lo dije, debes esforzarte más”…

            Nunca nadie habría podido imaginar que aquella chica, tan fuerte, a la que nadie podría reprocharle nada, esas palabras tan simples podrían acabar con ella. Aquel día la noticia se hizo realidad, Lina no volvería a correr, las palabras le cortaron como cristales rotos de su espejo en su piel, tan fuerte, que había dejado un charco en el suelo. 

En la vida hay muchas situaciones que se reflejan de una manera u otra y nos hacen daño, ya sea con acciones o con palabras, el secreto está en saber reaccionar ante la adversidad para que nuestra vida no sufra deterioro.

 Y ahora dime tú ¿de qué lado del espejo estás?     

                                                                       

Autor: Carlos López de la Hoz

(Mención especial, en el CERTAMEN LITERARIO "8 DE MARZO" DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER 2017, 
organizado por la Asociación de Mujeres Progresistas "Despertar Femenino" de Porcuna).

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Actualizada el miércoles, 15 de marzo de 2017