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HISTORIA

Edad Moderna

Los últimos momentos de la larga Edad Media se vivieron en lo que hoy es Porcuna sumidos en la inestabilidad propia de su condición de tierra fronteriza. Ya hemos visto como en el 1240 ó 1241 se produce la definitiva conquista de la plaza al dominio musulmán, conquista que corrió pareja con la inclusión de la misma en los dominios de la Orden de Calatrava. A lo largo y ancho del periodo transcurrido hasta la conquista definitiva de Granada en 1492, Porcuna atraviesa un sin fin de enfrentamientos y escaramuzas. Algunos de ellos, evidentemente, estuvieron directamente relacionados con el desarrollo de la propia guerra de Granada. No obstante, otros tuvieron como protagonistas a nuevos propietarios y Concejos fronterizos, siendo el motivo de los litigios los desacuerdos a la hora de determinar la delimitación de terrenos.
Enfrentamientos de naturaleza territorial o bélica a los que se unieron, fundamentalmente en el siglo XV y durante el reinado del Trastámara Enrique IV, los propios entre las familias nobiliarias presentes o con intereses concretos en la zona. De todos es conocida la presencia de representantes de casas y familias notables de Porcuna en las luchas de banderías y facciones que jalonaron en el reino de Jaén en tiempos del condestable don Lucas de Iranzo; en la misma dirección e inserto dentro de aquellas, cabría ubicar la presencia del propio Enrique IV en Porcuna a mediados del año 1469.
Luchas, litigios e inestabilidad en el periodo final de la Edad Media que no debe ocultar, sin embargo, el visible papel que tuvieron los vecinos del Porcuna de aquel entonces en el propio desarrollo de la "guerra contra el moro". En este sentido, se ha documentado por parte de Manuel Heredia Espinosa, al que seguimos en estas consideraciones, la participación de fuerzas de Porcuna en la conquista de plazas y localidades como Loja, Illora, Moclín o Montefrío en el año de 1485, así como en la conquista de Osuna o Mijas en 1487.
El año 1492 significaba el final de la guerra; sin embargo, no significó el final de los problemas e inestabilidad institucional en Porcuna. A la finalización de la guerra le siguieron los problemas que ocasionaron en la zona la merma de poder de las órdenes militares decretada por los Reyes Católicos, y que en Porcuna afectaba directamente a la orden de Calatrava. Las órdenes militares habían sido creadas para combatir y expulsar a los musulmanes de la Península. Quiere ello decir que el final de la Reconquista suponía el fin de su misión. Sin embargo, no era conveniente poner fin a la existencia de estas milicias. Las Órdenes Militares seguirán existiendo, pero como instituciones dependientes de las prerrogativas de la Corona, que verá en ellas una importante fuente de ingresos, un medio con el que ejercer el patronazgo real y un instrumento de orientación y encuadre social. Huerta del Comendador Desde los Reyes Católicos hasta Felipe III, las órdenes sufrirán un proceso de degradación en su autonomía institucional, económica, jurisdicional y eclesiástica que marchará paralelo con la afirmación del principio de la primacía de la soberanía de la Corona. Y todo esto lo sufrió la Orden de Calatrava, que alejada de las necesidades guerreras, dará cada vez más importancia a las necesidades espirituales e intelectuales de la sociedad española, transformándose con el paso del tiempo en una institución eminentemente honorífica y religiosa.
A principios del siglo XVI la presencia de la Orden en la villa era multiforme. Ciertamente había desaparecido la antigua encomienda de Porcuna, pero existían, en cambio, dos prioratos, los de San Benito (de cierta importancia dentro de la Orden) y Santa María de la Coronada, la encomienda de la Torre del Cañaveral, la fortaleza-alcaidía de la villa y, por último, la Mesa Maestral poseía numerosos bienes y derechos en la población y su término. Es difícil encontrar en el señorío de la Orden otro ejemplo en el que coexistan tal número y variedad de instituciones calatravas.
La Orden tenía, pues, amplios derechos en virtud de su señorío territorial y jurisdicional. Dichas facultades eran disfrutadas o controladas esencialmente por la Corona a través de la alcaidía de la fortaleza y, sobre todo, la Mesa Maestral. Ésta última era titular no sólo de la mayoría de los derechos de la Orden, sino también de los de más fuerte contenido señorial. La Mesa Maestral disfrutaba de tributos en reconocimiento del señorío, tenía facultad para nombrar dos importantísimos oficios concejiles (el alguacilazgo y la escribanía del cabildo), mientras que la alcaidía tenía adjudicados los derechos de carácter judicial. Además, ambas instituciones, gozaban de derechos sobre la producción (diezmos), el comercio de la villa y el tránsito de mercancías, detentando ciertos monopolios y preeminencias.
Comparada con la Mesa y la alcaidía, la encomienda de la Torre del Cañaveral gozaba de poquísimos derechos, que además eran de un alcance jurisdiccional muy limitado. En cuanto a los prioratos, y puesto que su función nada tenía que ver con el gobierno del territorio, no poseían ningún derecho jurisdiccional. Sólo San Benito tenía ciertas preeminencias y exenciones, mientras que el de la Coronada no detentaba ningún privilegio específico.
Las propiedades que la Orden poseía en la villa pueden dividirse en cuatro grupos: propiedades rústicas (cereal, olivo y pasto, y, en menos medida, vid, hortalizas, frutales y zumaque), inmuebles urbanos (casas, tiendas y solares), instalaciones transformadoras (silos, molinos, hornos, batanes, bodegas...) y salinas (cinco en total).

Salinas de la Orden.

Pero en definitiva, el soñorío que la Orden de Calatrava ejercía sobre Porcuna era sólo teórico, puesto que, además de designar a los titulares de sus beneficios, era la Corona la que poseía o controlaba los derechos señoriales más importantes, gestionaba y disfrutaba sus bienes más valiosos y rentables, percibiendo por todo ello la mayor parte de los ingresos que la Orden tenía en la villa. Todo lo anterior hizo que la situación de Porcuna quedase a medio camino entre el señorío y el realengo.
Ya en tiempos de Carlos V tenemos el problema comunero. Problema comunero que, por lo que atañe a Porcuna, se materializó en la participación de la misma en defensa de los derechos del emperador, contra la sublevación comunera y bajo el mando del marqués de Mondéjar. La derrota comunera se acompañó del reforzamiento del poder y la autoridad regia así como de estabilidad. Estabilidad que se tradujo, en el Porcuna de la segunda mitad del siglo XVI, en su definitiva consolidación como ente poblacional: para 1595 se hablaba ya de más de 2.000 vecinos. Consolidación poblacional que se tradujo, a principios del siglo XVII, en la concesión regia, por parte de Felipe III, de "un privilegio real que la sustraía de Martos y se le concedía a los dos alcaldes ordinarios".
A partir de estos momentos, y a lo largo de los siglos XVII y XVIII, Porcuna vive, sumida en una larga fase depresiva, marcada por las malas coyunturas agrarias, la fuerte presión de la Hacienda Real y el descenso de su población. A la altura de finales del siglo XVIII, según estimaciones tomadas por el geógrafo real Tomás López, la villa de Porcuna contaba con unos 1249 vecinos, esto es, algo más de 4.000 habitantes. A la altura de mediados del siglo XIX, en 1844, el número de vecinos ya sumaba los 4.417 (5.262 habitantes).

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Actualizada el viernes, 07 de enero de 2011